DE VEZ EN CUANDO OCURRE UN MILAGRO

Hay días, como los que corren, que parece que los milagros estén al alcance de la mano. Podemos pasar años y años sin conseguir algo que hoy nos parece tan lógico como que la igualdad de derechos para la mujer y el hombre, llegue a ocurrir. Hoy se ha admitido a debate en el Parlament la abolición de las corridas de toros. Parecía una utopía el solo hecho de poder debatirlo, pero se ha conseguido. Ayer se liberó a una mujer, Haminetu Aidar, de la sentencia de muerte que ella misma se había impuesto como precio a su dignidad y a la de todos los subsaharianos. Era una voz que parecía que clamaba en el desierto, como la de los que pedimos que se respeten a los animales como seres sensibles que son; como tantas voces han llevado y llevan clamando por unas leyes que dignifiquen a colectivos marginados, sean o no de nuestra propia sociedad cultural. Los hay que piensan que oponerse al maltrato, a la torura, al abuso de otros seres es prohibir y éso les parece mal, pues yo quiero muchas prohibiciones así. De momento me alegro de que estos pequeños(¿?)milagros sigan haciendo que creamos en la naturaleza humana, no como la gran depredadora, sino la que tiene resortes (lo están demostrando) para vivir creativamente y enriquecernos con la vida de todos los demás seres.

De Copenhaguen hablaremos mañana.

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