Huele a podrido y no es ése precisamente el abono más apropiado para rosales y jazmines que, para éso, nada mejor que las boñigas de caballo que utilizaba mi madre. La olor putrefacta viene no solo de lo robado por Millet y sus cuarenta ladrones, sino por el comportamiento inmundo de quienes le apoyan y no dudan en mover cielo y tierra para ocultar sus fechorías. Me alegro que se sepa, que todos lo sepamos, que lo vayan denunciando los acosados y que las autoridades pongan, de una vez, manos en el asunto. A pesar del hedor insoportable. Se van a necesitar personas valientes y muchos litros de desinfectante.
El País de hoy: Emisarios de Millet ofrecen sobornos para encubrir el escándalo del Palau
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