Necesitamos ilusiones y esperanzas para poder vivir, y los políticos, unidos a los especuladores, se empeñan en amargarnos la existencia a millones de seres humanos. Pero llega la Navidad, el Año Nuevo, y nos ponen una pista de hielo artificial, en la Plaza Catalunya de Barcelona, para que los peques patinen mientras los mayores compran. Nos ponen bombillas de colores en nuestras calles y en nuestras mentes, para que no perezcamos de desesperanza o de miedo, mientras los titulares de los periódicos nos clavan sus dardos día sí y día también. Somos, seremos más pobres cada vez y por éso las colas de los puntos de venta de lotería se vuelven interminables. Porque nos enseñaron que la única meta para ser feliz es ser rico. Porque no nos han enseñado a ser moderados en los gastos, en ser espléndidos en solidaridad, a ser cuidadosos con el planeta.
Esta Navidad es diferente. Han caído mitos, pero siguen habiendo mitómanos. Líderes embusteros que acabarán ahogados en sus propios embustes. Ladrones inmunes a cualquier ley que les coloque donde deben estar: entre rejas. Mientras tanto, los que aun podemos, brindaremos con cava por un mundo más justo y, sobre todo, más solidario.
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