LA VOZ DEL QUE CLAMA EN EL DESIERTO

Hace muuuuchos, muchos años que los jóvenes empezaban a darse cuenta de que en el planeta Tierra se estaban descompensando los equilibrios que habían permitido que llegáramos hasta el momento, más o menos bien. Como la mayoría habían estudiado y sabían de lo que hablaban, empezaron a avisar del peligro que suponía seguir con el ritmo de crecimiento que llevábamos, y dieron alternativas para empezar a cambiar ese ritmo por otro menos vertiginoso. Tenían la esperanza de ser escuchados y ayudar a los políticos a hacer posible un cambio de mentalidad y de comportamiento , tanto a nivel social como individual. Fueron tachados de locos, de alarmistas, de extremistas. Fueron y siguieron siendo desoídos, apartados e incluso detenidos, cuando con sus acciones pacíficas pero contundentes, hacían evidente lo que los poderosos querían tapar. El cambio climático ha ido en aumento desde entonces y, todos los avances conseguidos a través de aquellas voces y de las actuales, todas voces que claman en el desierto, han sido pequeños pedazos que significan bien poco en un descosido monumental.

Con todas la evidencias que tenemos de las consecuencias de ese calentamiento de la tierra que deshace glaciares, promueve terremotos y huracanes en los sitios más insospechados, con todas las desertificaciones que vamos comprobando año tras año, con toda la contaminación que nos vamos tragando día tras día, que llena los hospitales y los cementerios de víctimas de una ceguera que recorre todas las capas sociales, desde el pasota que tira su colilla en el monte ó mezcla su basura, desde el político cobarde que no osa molestar al gran capitalista que le permite seguir "mandando" y no pone manos en el asunto, hasta los grandes magnates que gobiernan todas las economías, es decir, la econosuya, y que ésa está por encima del presente y del futuro del planeta y de todos sus actuales y futuros pobladores. Ni son conscientes de que ellos también forman parte de ese planeta, sencillamente porque su mente está abducida por una ambición absurda.


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