Como todo es tan incierto, no quiero saber cuántos días llevamos de confinamiento, tampoco imaginar cuánto nos queda. Y es que esta crisis brutal nos está poniendo a prueba a todos (mi madre recitaba: "En este mundo de mierda, sin cagar nadie se escapa, caga el pobre, caga el rico, caga el obispo y el papa") Supongo que era una forma que tenían los pobres de consolarse -ó vengarse- de su pobreza, imaginado a los poderosos en ese momento crucial.
Hoy están cayendo personas, de todos los estamentos sociales, aunque, como siempre, si hay un modo de salvarse, no lo tienen a su disposición las comunidades más vulnerables. Me llegan noticias de campamentos de refugiados en que viven hacinados. Allí las muertes son mucho menos espectaculares que las ocasionadas por un virus. Allí se mueren de frío, de hambre, de enfermedades que nosotros tenemos por superadas. Pero lo curioso, lo penoso, lo lamentable es que en estos momentos de confinamiento, solo puedo leer los titulares de esas noticias, como si mi estómago no pudiera digerir más.
Y me surge la palabra "demasiado". Demasiado miedo, demasiada incertidumbre, demasiada soledad impuesta, demasiada compañía a todas horas del día, demasiada responsabilidad en saber elegir cuánta información sobre el número de infectados, de muertos, podemos resistir sin caer en una crisis personal.
Demasiados listillos, que nos bombardean con sus teorías, demasiados ineptos que no reconocen sus errores y que no delegan en personas expertas en el tema, en los temas. Porque va de vidas, porque va de subsistencia económica, porque ellos, los ineptos, no nos interesan y queremos que deleguen en quienes sí saben lo que humildemente pueden saber.
Hoy están cayendo personas, de todos los estamentos sociales, aunque, como siempre, si hay un modo de salvarse, no lo tienen a su disposición las comunidades más vulnerables. Me llegan noticias de campamentos de refugiados en que viven hacinados. Allí las muertes son mucho menos espectaculares que las ocasionadas por un virus. Allí se mueren de frío, de hambre, de enfermedades que nosotros tenemos por superadas. Pero lo curioso, lo penoso, lo lamentable es que en estos momentos de confinamiento, solo puedo leer los titulares de esas noticias, como si mi estómago no pudiera digerir más.
Y me surge la palabra "demasiado". Demasiado miedo, demasiada incertidumbre, demasiada soledad impuesta, demasiada compañía a todas horas del día, demasiada responsabilidad en saber elegir cuánta información sobre el número de infectados, de muertos, podemos resistir sin caer en una crisis personal.
Demasiados listillos, que nos bombardean con sus teorías, demasiados ineptos que no reconocen sus errores y que no delegan en personas expertas en el tema, en los temas. Porque va de vidas, porque va de subsistencia económica, porque ellos, los ineptos, no nos interesan y queremos que deleguen en quienes sí saben lo que humildemente pueden saber.
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