Yo diría que atravesamos un tiempo de caos, a todos los niveles y desde todos los estamentos. También pienso que esta percepción del caos la sentimos también, desde todos los estamentos. Científicos, mandatarios, políticos, gente de a pie... Cada persona responde al nivel de quién es y de dónde está, también de las perspectivas con las que está viviendo esta crisis.
Desde mi balcón miro la gente que pasa, es una cosa que nunca me había ocurrido: necesito ver gente, aunque sea de lejos, aunque no los conozca, aunque no hable con ellos. A veces diviso alguna que otra persona que, desde su balcón, también me mira. No nos hacemos señas, están lejos y no nos conocemos, pero siento una fuerza irresistible de hacerlo. De los que caminan, hay mucha gente mayor. La mayoría no llevan mascarilla, a diferencia de los más jóvenes, que sí van mejor equipados. Pienso el por qué, siendo tan mayores van ellos a comprar, -llevan su carrito de la compra. Pienso si estarán solos, si no tendrán a nadie que les lleve la compra. Alguno va con una sola barra de pan en la mano, ¿por qué no compra varias y las congela? ¿es mayor su necesidad de salir que la de protección?
El tema de estos día es cómo se va a hacer el desconfinamiento. También con este tema se palpa el caos. Nadie lo sabe. Y a los que intentan darnos respuestas con sentido común, les llueven las críticas. Salud o libertad, un tema esencial, más en estos momentos en que el sufrimiento y muerte de tantas personas, hace difícil poder debatir con un mínimo de objetividad. Salud o econonuestra. Moriremos del virus o de hambre. Esa son las cuestiones que no estamos en condiciones de ver con claridad. Yo no creo que a nadie que haya perdido un ser querido por el virus se incline por la econonuestra, ni siquiera por la libertad. El dolor, el ser humano necesita, necesitamos ante todo, empatía. Y acciones para mitigar esa sensación de vulnerabilidad en la que estamos sumergidos.
Desde mi balcón miro la gente que pasa, es una cosa que nunca me había ocurrido: necesito ver gente, aunque sea de lejos, aunque no los conozca, aunque no hable con ellos. A veces diviso alguna que otra persona que, desde su balcón, también me mira. No nos hacemos señas, están lejos y no nos conocemos, pero siento una fuerza irresistible de hacerlo. De los que caminan, hay mucha gente mayor. La mayoría no llevan mascarilla, a diferencia de los más jóvenes, que sí van mejor equipados. Pienso el por qué, siendo tan mayores van ellos a comprar, -llevan su carrito de la compra. Pienso si estarán solos, si no tendrán a nadie que les lleve la compra. Alguno va con una sola barra de pan en la mano, ¿por qué no compra varias y las congela? ¿es mayor su necesidad de salir que la de protección?
El tema de estos día es cómo se va a hacer el desconfinamiento. También con este tema se palpa el caos. Nadie lo sabe. Y a los que intentan darnos respuestas con sentido común, les llueven las críticas. Salud o libertad, un tema esencial, más en estos momentos en que el sufrimiento y muerte de tantas personas, hace difícil poder debatir con un mínimo de objetividad. Salud o econonuestra. Moriremos del virus o de hambre. Esa son las cuestiones que no estamos en condiciones de ver con claridad. Yo no creo que a nadie que haya perdido un ser querido por el virus se incline por la econonuestra, ni siquiera por la libertad. El dolor, el ser humano necesita, necesitamos ante todo, empatía. Y acciones para mitigar esa sensación de vulnerabilidad en la que estamos sumergidos.
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